Hay una pregunta implícita en el poema de Perec de donde proviene esa cita. La pregunta podría formularse de la siguiente manera: ¿Qué hace falta para que aparezca el espacio en el papel? Si seguimos a Perec, no demasiado. Ahora bien, traslademos la pregunta a la serie de fotografías que son la excusa de este texto, ¿qué hace falta para que haya paisaje en el papel? Esencialmente una línea bien dispuesta, que divida cielo y tierra. Un horizonte. De todos modos, si bien una línea correctamente situada hace un arriba y abajo, una duración, una direccionalidad e incluso da cuenta de la tridimensionalidad del soporte; es nuestra voluntad la que hace de ella un paisaje. El paisaje, podríamos decir, está siempre por fuera de aquello que se fija en la fotografía. Sin embargo, e imágenes como estas invitan a esa discusión, en nuestro tiempo es posible explorar el revés de esa voluntad. Entendido como su ausencia o su forzamiento deliberado hacia el error. Incluso, como en estas imágenes, cierta conjugación entre ausencia de sujeto y error deliberado. El fijamiento que se configura aquí, es ciertamente uno que parece provenir del error de una cámara que vigila, a toda velocidad y solitariamente, un tramo de paisaje indeterminado. Podríamos imaginar entonces este objeto carente de sentido, vigilando un espacio por el puro hecho de hacerlo. De hecho, materialmente, estos paisajes son generados por el programa de la cámara en el momento mismo de la toma. No son una construcción posterior. La inserción intencional de la aleatoriedad es, probablemente, el único resto de voluntad presente en la generación de estas fotografías. Por sobre el hecho mismo de la indicialidad fotográfica, en el proceso digital de intercambio y suma de capas, hay aún una pulsión electrónica que a pesar de su codificación tiene un origen similar a la imagen análoga. Se gesta entonces un paisaje involuntario, que se asienta, no en la mirada del que lo fotografía, sino a través de la aglomeración de múltiples capas de desierto y varias fracciones de tiempo. Esta aglomeración funciona del mismo modo que las capas de historia y sentido que revisten el desierto costero peruano; desde el espacio donde se asentaron diversas civilizaciones precolombinas a uno de los motivos recurrentes de su fotografía. Y es, sin embargo, desde esa acumulación que surge una mirada desprovista de voluntad. Captura involuntaria que en un paisaje -que es la idea misma de espacialidad- parece ser únicamente testimonio de la velocidad del recorrido.
Andrés Hare. Buenos Aires, abril de 2017.
This quote from Perec poses an implicit question, one that can be formulated in the following manner: What is needed for space to appear on a sheet of paper? If we follow Perec, not too much. Let’s now pose that question to the series of photographs that stand beside this text. What is needed for a landscape to appear on a sheet of paper? Essentially, a well-placed line that divides the land from the sky. A horizon. In any case, even though a well-placed line may create a top and a bottom, a duration, a directionality and even give signs of the three-dimensionality of the surface, it is our will that makes it into a landscape. The landscape, then, is always outside of that which is fixed in a photograph. However, it is possible to explore the reverse of this will, posed as its absence or a deliberate bending towards a mistake. These images show a certain conjugation between an absence of intent and deliberate error. The fixing configured here seems to come from a defective camera that watches, at full speed and in solitude, a stretch of an unspecified landscape. We could imagine this object lacking any purpose, surveying the space for the sake of this very action. As a matter of fact, materially, these landscapes are generated by the digital program of the camera at the moment they are shot. They are not a construct made afterward. The intentional insertion of randomness is, probably, the only trace of will left at the moment of their rendering. Beyond the photographic index, in the digital process of exchange and accumulation of layers, there is still an electronic drive that, despite its coding, has a similar origin to analog imagery. An involuntary landscape is developed. One that resides not in the eye of the photographer, but in the various layers of desert and fractions of time. This conglomeration functions in the same manner as the layers of history and meaning that permeate the Peruvian coastal desert; from the space used for settlement by several Pre-Columbian civilizations to its recurrence as a motif in Peruvian photography. It is from this accumulation that there appears a gaze stripped of will, which, in a landscape that is spatiality itself, seems only to be witness to the velocity of the ride.
Andrés Hare. Buenos Aires, abril de 2017.
Antes no había nada, o casi nada; después no demasiado,
unas líneas, pero suficientes para que haya un arriba y un abajo,
un principio y un fin, una derecha y una izquierda,
un anverso y un reverso.
Lapágina, Georges Perec.
Antes no había nada, o casi nada; después no demasiado,
unas líneas, pero suficientes para que haya un arriba y un abajo,
un principio y un fin, una derecha y una izquierda,
un anverso y un reverso.
Lapágina, Georges Perec.
Antes no había nada, o casi nada; después no demasiado,
unas líneas, pero suficientes para que haya un arriba y un abajo,
un principio y un fin, una derecha y una izquierda,
un anverso y un reverso.
Lapágina, Georges Perec.
Musuk Nolte
Musuk Nolte, fotografo Peru, Fotografia documental, portafolio, derechos humanos, arte,